Judah es un niño maravilloso diagnosticado de trastorno del espectro autista (TEA). Sus padres reconocieron que no se desarrollaba a un nivel adecuado en una etapa temprana de su vida. Tenía problemas para andar y apenas tenía comunicación verbal cuando cumplió un año. Alrededor de ese momento comenzaron el largo procedimiento de diagnosticar a Judá. Tras múltiples pruebas, se le diagnosticó TEA en torno a su segundo cumpleaños. Seguía sin hablar y le costaba andar. En ese momento, sus padres supieron que tenían que cambiar de vida. Papá era profesor y se estaba doctorando en administración educativa, y mamá era enfermera y pensaba volver a trabajar. Una vez que se aclararon los diagnósticos de Judah, su madre decidió no volver al trabajo y dedicar su vida a sus numerosas terapias. El padre de Judah abandonó su programa de doctorado y buscó información a través de un posgrado en educación especial con especialización en autismo. Tomaron estas decisiones porque creían que beneficiarían mucho a Judá. Judah, que ahora tiene cuatro años, ha sido atendido por logopedas, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas y el centro preescolar de retraso del desarrollo de Congaree-Wood. Aprende constantemente. Aunque todavía no habla, es un niño muy feliz. Le encanta jugar con su hermanita e ir al parque. Le encanta saltar en la cama elástica con su hermano mayor. Tiene una gran comunicación recíproca y escucha las indicaciones. Tiene una personalidad fantástica y una sonrisa capaz de iluminar una habitación. Judah es un tesoro absoluto. Sus padres dicen que no cambiarían nada de él, incluida su discapacidad. Saben que no sería quien es sin ella: una persona llena de amor puro, felicidad y verdadera curiosidad por el mundo.